Para Robert Francis Kennedy (también conocido como «Bobby», o BFK), el 5 de junio de 1968 se perfilaba para ser una jornada de euforia y triunfo. Tal vez hasta de felicidad, una emoción que le había sido esquiva desde aquel noviembre de 1963 en que asesinaron a su hermano, el mítico JFK.
Esa noche, Kennedy se enteró que había ganado las primarias del Partido Demócrata en California y Dakota del Sur. Los resultados estaban cerca de darle una ventaja decisiva, y todo parecía indicar que se encaminaba a ganar la nominación presidencial del partido.
Robert F. Kennedy termina su discurso en el Hotel Ambassador en Los Angeles. Minutos después, sería asesinado. / AP
Dio un breve discurso a la prensa y a sus seguidores en el Hotel Ambassador en Los Ángeles, y poco después de la medianoche salió por la cocina del hotel rumbo a su habitación. Detuvo su recorrido para darle la mano a Juan Romero, un ayudante de cocina de 17 años que quiso saludarlo.
Fueron tres los disparos que el tirador Sirham Bishara Sirham alcanzó en ese momento a descargar sobre el cuerpo del entonces senador por Nueva York, de 42 años. Una bala que entró por detrás de su oreja derecha y diseminó fragmentos en su cerebro fue la herida más crítica. Kennedy fue llevado de urgencia a un hospital, pero la situación era demasiado grave: casi 26 horas después, a las dos menos cuarto de la mañana del 6 de junio de 1968, fue declarado muerto.
Sirhan Bishara Sirhan, el asesino de Robert Kennedy, en una foto de 2009. Fue condenado a perpetua. / AFP
«El fin de los ’60»
Si el asesinato de JFK es considerado el día que Estados Unidos «perdió la inocencia», el crimen de su hermano «Bobby» pasó a la historia como el momento en que «se terminaron los 60». Las teorías conspirativas sobre su muerte afloraron en los 70, en medio de la desconfianza generalizada hacia el gobierno debido a la Guerra de Vietnam, el escándalo de Watergate y los abusos de poder de la CIA y el FBI.
Una de las hipótesis que más atención generó apuntó a la CIA y al proyecto MK Ultra, el programa secreto e ilegal diseñado por la agencia de inteligencia para experimentar con el control mental sobre las personas. En esta línea, se sugirió que Sirham estaba hipnotizado al momento de realizar los disparos. Hubo reportes de testigos silenciados y pistas ignoradas.
Una foto de Robert Kennedy en 1964. / AP
El asesino, por su parte, dio una razón específica del porqué de su accionar. Sirhan, un hombre palestino que en ese momento tenía 24 años, afirmó que fue el apoyo de Kennedy a Israel lo que lo motivó a cometer el asesinato.
A 52 años del asesinato, los intentos por reabrir la investigación aún no lograron avanzar. Para muchos estadounidenses, sobre todos los miembros de minorías, la muerte de BFK significó el fin de la esperanza de que algún tipo de cambio era posible.
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Para los Kennedy, fue el germen de un mito que no ha hecho más que intensificarse a lo largo de las décadas: de que no importa cuánto dinero, poder o glamour tengan, la de ellos es una familia «maldita».
Dos caras de un mismo hombre
En tanto el tercer hijo varón de su familia, Robert Kennedy siempre había vivido a la sombra de sus hermanos, Joe Jr. y John. Físicamente, era el más pequeño de todos.
Robert Kennedy, junto a sus hermanas Rosemary y Jean, en una foto de 1938. / AP
Era, también, el más dócil y tímido, y en su juventud fue el centro de las cargadas de sus hermanos. A pesar de su carácter reservado, era altamente competitivo, y la lealtad a su familia fue una suerte de pasión que envolvió cada uno de sus pasos.
Para sus biógrafos, la vida y la carrera de «Bobby» puede dividirse en dos etapas. AD y DD, en tanto «Antes de Dallas» y «Después de Dallas», en referencia al asesinato de su hermano, John Fitzgerald Kennedy, en noviembre de 1963. El primer Robert Kennedy, en este sentido, fue un hombre fue muy lejano del ícono liberal como es recordado actualmente.
Pocos lo recuerdan, pero en la década del 50 Kennedy trabajó para el senador Joe McCarthy, un puesto que consiguió gracias a que el senador era amigo del patriarca de la familia, Joseph «Joe» Kennedy. Además de trabajar para el hombre que hizo de la persecución política un modus operandi, «Bobby» hizo el trabajo sucio de la campaña presidencial de su hermano y persiguió de forma persistente a Jimmy Hoffa, el emblemático líder gremial que luego desaparecería sin dejar rastro.
Luego de que JFK es electo presidente, Robert fue designado fiscal general de la nación. Fue nuevamente su padre Joe el que presionó para que le dieran el cargo, ya que tenía escasa experiencia como abogado, y no había sido un estudiante particularmente destacado.
Robert Kennedy junto a Jimmy Hoffa, el líder sindical al que se vería enfrentado. / AP
Luego de la fallida invasión de la Bahía de los Cochinos, JFK, ya muy desconfiado de la CIA, convirtió a su hermano en su principal asesor. Con tan solo 35 años, «Bobby» cumplía informalmente como asesor de inteligencia y secretario de Estado del presidente.
Si bien BFK pasó a la historia como uno de los hombres que ayudó a resolver la crisis de los misiles con Cuba de 1962, lo cierto es que fue uno de los principales responsables de que sucediera. En su libro Trece días, que escribió sobre el hecho, Kennedy se adjudicó una significante porción del crédito por la resolución pacífica.
Lo que nunca mencionó fue que él había sido uno de los ideólogos de la Operación Langosta, una operación encubierta liderada por la CIA para desestabilizar el régimen de los Castro en Cuba. Para Moscú, la inminencia de una nueva embestida contra la isla los convenció de que era necesario tomar medidas y desplegar armas en el país caribeño.
Robert Kennedy, junto a la familia de JFK en el entierro de su hermano, en 1963. / AFP
El asesinato de JFK marca un punto de inflexión en la vida de Robert Kennedy. El «Bobby bueno» nace de la profunda conmoción que le provocó el magnicidio. Las biografías apuntan a que su dolor era aún más profundo que el de la viuda de su hermano, Jackie Kennedy. El hombre, y el político, que emerge de esas circunstancias tiene su atención puesta en problemas estructurales de Estados Unidos y el mundo.
El racismo, la pobreza, la justicia social y la paz mundial se convierten en los objetivos que enarbola, y traba relaciones con dirigentes como Martin Luther King y César Chávez, el líder campesino y activista de los derechos civiles que encabezó la lucha por mejorar las condiciones de los trabajadores agrícolas.
La familia más maldita de todas
Si bien Robert Kennedy participó de esa «tradición» longeva de los hombres de su familia que es la infidelidad, sus deslices fueron mucho menos pronunciados que los de su padre y hermano mayor. Se rumorea que mantuvo un affaire con Marilyn Monroe al mismo tiempo que JFK, como así también romances con las actrices Kim Novak y Lee Remick.
«Bobby» se casó con Ethel Skakel en 1950. La pareja tuvo su primera hija, Kathleen, en 1951. Le seguirían diez más, la menor de ellos, Rose, nació en diciembre de 1968, seis meses después del asesinato de su padre. La familia de Robert y Ether es a la cual más le sienta el mito de la maldición, ya que son por lejos los que más tragedias han sufrido.
Robert Kennedy junto a Jacki Kennedy, en el momento que ella volvió a Washington tras el asesinato de JFK en 1963. / AP
De las nueve muertes trágicas que sufrió la generación que le siguió a la de John y Robert Kennedy, siete de ellas fueron de descendientes de Robert y Ethel. Las únicas dos que no lo fueron fue la muerte de John Kennedy Jr, el hijo de JFK que falleció en un accidente de aviación en 1999, y la de Kara Kennedy, la hija del hermano más chico de todos, Edward «Ted» Kennedy, quien sufrió un infarto mientras se ejercitaba en 2011.