Aterosclerosis aórtica y accidente cerebrovascular

Este artículo incluye la discusión de aterosclerosis aórtica y accidente cerebrovascular, ateroma aórtico, placa compleja y placa aterosclerótica protuberante. Los términos anteriores pueden incluir sinónimos, trastornos similares, variaciones en el uso y abreviaturas.

Resumen

El ateroma aórtico es un importante factor de riesgo de ictus isquémico. En particular, el ateroma del arco aórtico grande y complejo se ha asociado a un mayor riesgo de ictus isquémico. El tratamiento óptimo de los pacientes con ateroma del arco aórtico sigue siendo incierto y es objeto de ensayos clínicos en curso.

Puntos clave

– La aterosclerosis del arco aórtico es una causa conocida de ictus isquémico.

– Las placas que miden 4 mm o más conllevan el mayor riesgo de ictus.

– El ictus suele ser hemisférico izquierdo debido a la localización de la placa dentro de la aorta.

– No existe un tratamiento probado para la aterosclerosis del arco aórtico específicamente; sin embargo, se recomiendan los tratamientos habituales para el ictus isquémico, como la terapia antitrombótica, la terapia con estatinas y los cambios en el estilo de vida.

Nota histórica y terminología

El ictus es la cuarta causa de muerte en Estados Unidos. De los 795.000 accidentes cerebrovasculares que se producen anualmente en los Estados Unidos, el 87% son accidentes cerebrovasculares isquémicos y el 13% son accidentes cerebrovasculares hemorrágicos (Go et al 2014).

La aterosclerosis es un trastorno vascular sistémico difuso que afecta a las arterias de tamaño grande y mediano, causando placas íntimas parcheadas conocidas como ateromas.

Las placas ateromatosas aórticas captaron la atención como posible causa de accidente cerebrovascular a principios de la década de 1990. En 1990, el examen ecocardiográfico transesofágico de 3 pacientes con ictus criptogénico para identificar posibles fuentes cardíacas demostró la presencia de «placas grandes y protuberantes. . con proyecciones móviles que se movían libremente con el flujo sanguíneo» (Tunick y Kronzon 1990). A esto le siguió un estudio más amplio en 1991 que demostró una mayor incidencia de embolia cuando las placas aórticas tenían elementos móviles (Karalis et al 1991). La asociación entre el ateroma aórtico y la embolia fue descrita por primera vez por Amarenco y sus colegas en un histórico estudio de autopsias de 500 pacientes con enfermedades cerebrovasculares y otras enfermedades neurológicas. La prevalencia de las placas ulceradas fue del 16,9% en los pacientes con enfermedades cerebrovasculares, en comparación con el 5,1% de los pacientes con otras enfermedades neurológicas. Las placas ulceradas estaban presentes en el 61% de los infartos cerebrales criptogénicos, en comparación con el 22% con una causa conocida (Amarenco et al 1992b). Las placas de al menos 4 mm de grosor resultaron ser un factor de riesgo independiente de accidente cerebrovascular isquémico (Amarenco et al 1994; Mitusch et al 1994; Mitusch et al 1997).

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