El cáncer es una enfermedad caracterizada por una apoptosis muy escasa, es decir, por la muerte celular programada genéticamente. Las aberraciones en las vías apoptóticas son fundamentales para la tumorigénesis, la progresión tumoral y el crecimiento y la regresión general del tumor en respuesta a la quimioterapia. Actualmente se acepta cada vez más que la eficacia de los fármacos quimioterapéuticos está parcialmente relacionada con su capacidad para inducir la apoptosis. Por lo tanto, la apoptosis no sólo representa un objetivo vital en la terapia del cáncer, sino también una oportunidad única de biomarcadores que hasta ahora no se ha explotado en gran medida. En respuesta a la terapia, las células tumorales sufren apoptosis y liberan sus componentes celulares en la circulación. Por ello, estos materiales pueden servir como biomarcadores para evaluar la respuesta. Los marcadores de apoptosis en el cáncer de mama incluyen el FasL soluble circulante, la granzima B y el citocromo c, que aumentan tras la quimioterapia. Desgraciadamente, hay poca información en la literatura con respecto a este enfoque. Por ello, es evidente que se necesitan estudios prospectivos a gran escala para validar este enfoque y dilucidar mejor su utilidad clínica.