inflamación del colon.
La colitis es una de las enfermedades más comunes del tracto gastrointestinal. Puede estar causada por una infección (bacilos de la disentería, salmonelas, amebas, balantidas), por malos hábitos alimentarios o por envenenamiento (por mercurio y otras sustancias químicas). Puede ser el resultado de una autointoxicación urémica o como una enfermedad independiente de naturaleza autoinmune (por ejemplo, colitis ulcerosa inespecífica); además, puede surgir de forma secundaria por trastornos digestivos del estómago y del intestino delgado (aquilea gástrica, pancreatitis, gastroenteritis). Según la causa y la gravedad de la colitis, los cambios en el colon pueden variar desde un catarro superficial hasta una inflamación necrótica-ulcerosa.
La colitis puede ser aguda o crónica. La colitis aguda se acompaña de malestar general, pérdida de apetito, dolores abdominales espásticos, diarrea y, a veces (especialmente en la disentería), esfuerzo doloroso al defecar (tenesmo). La temperatura puede aumentar en las colitis agudas de origen infeccioso. Las heces son pulposas o líquidas y están mezcladas con moco (en casos graves, con moco y sangre). La colitis aguda puede convertirse en crónica.
La colitis crónica se acompaña de pérdida de apetito, náuseas y debilidad general. Los dolores abdominales sordos o paroxísticos suelen aparecer antes o después de la defecación. Las alteraciones de las heces aparecen generalmente como una alternancia de estreñimiento y diarrea. Hay una sensación de que el abdomen va a reventar, acompañando al borborigmo y a la formación de gases copiosos. En el caso de la diarrea, las heces pueden producirse tres o cuatro veces al día; generalmente son pulposas o líquidas y, en los casos graves, mezcladas con mucosidad y vetas de sangre. En la colitis espástica, la materia fecal adopta la forma de pequeños grumos duros. El abdomen está algo distendido y sensible a la palpación a lo largo del colon (con constricción espástica). El diagnóstico de colitis se confirma mediante un examen radiográfico, una proctosigmoidoscopia y un análisis de laboratorio de la materia fecal.
El tratamiento de la colitis aguda (y de las exacerbaciones de la colitis crónica) consiste en una dieta de inanición o de semistarvación durante uno o dos días, seguida de una dieta principalmente proteica, si predominan los procesos fermentativos en el intestino, o de una dieta de hidratos de carbono, si predominan los procesos putrefactivos. A partir de entonces, se recomienda una dieta especial para la colitis (alimentos colados, cocidos al vapor y nutritivos, con la excepción de frutas, verduras y leche fresca). En el caso de la colitis infecciosa están indicados los preparados antimicrobianos y antiparasitarios y los que normalizan la flora intestinal. Se prescriben enemas terapéuticos para actuar sobre la mucosa en casos de inflamación del recto y del colon sigmoide. Para los espasmos se utilizan agentes antiespasmódicos y colinolíticos. A los pacientes con colitis crónica se les prescribe fisioterapia (procedimientos térmicos) y tratamiento en sanatorios (Essentuki, Zheleznovodsk, Piatigorsk, Borzhomi, Morshin). La cirugía se realiza a veces en casos de colitis ulcerosa grave. La prevención de las infecciones gastrointestinales, el tratamiento de las enfermedades del canal alimentario y una dieta adecuada son útiles para prevenir la aparición de la enfermedad.