Curcumina (Curcuma longa L)
Curcuma longa Linn es una hierba perenne perteneciente a la familia Zingiberaceae. La cúrcuma se obtiene del rizoma de la planta de la curcumina y se utiliza comúnmente en la India como agente saborizante y colorante en los alimentos (Ahmed y Gilani, 2013; Cheng y Yuan, 1990; Esatbeyoglu et al., 2012; Srinivasan, 2014). La curcumina se ha utilizado durante siglos en la medicina ayurvédica (Dudhatra et al., 2012; Grynkiewicz y Slifirski, 2012), y es la planta más estudiada sistemáticamente por sus beneficios en diversas enfermedades (Aggarwal et al., 2007; Lodha y Bagga, 2000). Los principales componentes de la Curcuma longa son la curcumina, la demetoxicurcumina y la bisdemetoxicurcumina, conocidos colectivamente como curcuminoides.
El potencial de la curcumina en el tratamiento de las enfermedades neurodegenerativas está bien documentado (Ahmed y Gilani, 2013; Kennedy y Wightman, 2011; Kim et al., 2012; Villaflores et al., 2012). La curcumina redujo la Aβ tanto en condiciones in vitro (Kim et al., 2001) como in vivo (Lim et al., 2001; Yang et al., 2005) y redujo la IL-1β en ratones Tg2576 (Lim et al., 2001; Yang et al., 2005). El pretratamiento con curcumina (10/20/50 mg/kg) durante 21 días mejoró el deterioro de la memoria en el modelo de ratón esporádico de la EA (Awasthi et al., 2010). Estructuralmente, la curcumina es similar al rojo Congo y puede prevenir la formación de oligómeros después de unirse al Aβ oligomérico y a las placas fibrilares (Lim et al., 2001). Se ha descubierto que la curcumina inhibe la agregación de Aβ o promueve su desagregación a bajas concentraciones (IC50 = 0,81-1 μM; Fang et al., 2014). También se ha demostrado que la curcumina protege contra la neurotoxicidad de Aβ al disminuir la producción de Aβ a través de la regulación a la baja de la expresión de la presenilina 1 (PS1) y de la glucógeno sintasa quinasa-3beta (GSK3β) (Caesar et al., 2012; Xiong et al., 2011).
Se ha observado que la señalización de la insulina o del factor de crecimiento insulínico 1 (IGF-1) induce la hiperfosforilación de la proteína tau (Zemva y Schubert, 2013) y promueve la disfunción mitocondrial, el estrés oxidativo y la necrosis, contribuyendo a la patogénesis similar al Alzheimer y al deterioro cognitivo (de la Monte y Wands, 2005; Schubert et al., 2003, 2004). La curcumina mejoró significativamente la función cognitiva al restaurar la disminución de los niveles de IGF-1 en un modelo de EA esporádica basado en la estreptozotocina (Agrawal et al., 2010; Isik et al., 2009). También suprimió la IL-1β y redujo el daño oxidativo y la carga de placas Aβ (Cole et al., 2004). Se ha informado de los efectos neuroprotectores de la mezcla de curcuminoides y sus componentes individuales sobre la expresión genética inflamatoria y apoptótica en la EA (Ahmed y Gilani, 2011). En un modelo experimental de EP, la curcumina protegió la pérdida de neuronas de la sustancia negra, restauró los niveles de dopamina estriatal y queló el Fe2+ (Zbarsky et al., 2005). Otro estudio demostró que la curcumina mejoraba la neurotoxicidad inducida por la 6-hidroxidopamina (6-OHDA) a través de su actividad antiinflamatoria y la restauración de la expresión de SOD-1 (Tripanichkul y Jaroensuppaperch, 2013). En un modelo de EP en ratas con homocisteína, la curcumina mejoró la actividad locomotora (Mansouri et al., 2012). En un modelo de ratón de EP con 1-metil-4-fenil-1,2,3,6-tetrahidropiridina (MPTP), la curcumina restauró los niveles de dopamina estriatal y de ácido 3,4-dihidroxifenilacético (DOPAC) (Rajeswari y Sabesan, 2008).
Con respecto a la epilepsia, la curcumina ha demostrado efectos antiepilépticos en los modelos experimentales de convulsiones (Ahmad, 2013; Du et al., 2012; Gupta et al., 2009; Kiasalari et al., 2013) a través de sus efectos antioxidantes (Ahmad, 2013; Choudhary et al., 2013; Mehla et al., 2010; Noor et al., 2012). Se ha descubierto que la curcumina mejora el deterioro cognitivo inducido por los fármacos antiepilépticos (FAE) en ratas sin alterar el nivel sérico de los FAE (Reeta et al., 2009, 2010). Además de los efectos antiepilépticos, la curcumina ha demostrado ser beneficiosa en el tratamiento del ictus cerebral (Lapchak, 2011; Liu et al., 2013b; Yu et al., 2012; Zhao et al., 2010). La curcumina potenció la acción neuroprotectora del candesartán (un antagonista del receptor de la angiotensina II) en la isquemia cerebral mediante la supresión del flujo sanguíneo y del estrés oxidativo (Awad, 2011). El aceite de cúrcuma previno la muerte de células neuronales en un modelo de accidente cerebrovascular en ratas con oclusión de la arteria cerebral media (MCAo) (Rathore et al., 2008). La curcumina también mostró beneficios prometedores en los modelos experimentales de TBI. El pretratamiento con curcumina atenuó el tamaño del infarto y la lesión cerebral y mejoró la función neurológica después de la LCT en ratas (Samini et al., 2013). La administración de derivados de la curcumina mejoró la función locomotora y cognitiva en ratas que sufrieron una LCT (Wu et al., 2011). El pretratamiento con curcumina (75/150 mg/kg) o 30 minutos después del tratamiento con curcumina (300 mg/kg) redujo significativamente el edema cerebral y mejoró las funciones neurológicas tras un impacto cortical controlado (ICC) en ratones, principalmente debido a la atenuación de la IL-1β elevada pericontusionalmente (Laird et al., 2010).