El hierro en el folclore

Hierro fríoEditar

Históricamente se creía que el «hierro frío» repelía, contenía o dañaba a fantasmas, hadas, brujas y otras criaturas sobrenaturales malévolas. Esta creencia continuó en supersticiones posteriores en varias formas:

  • Clavar una herradura de hierro en una puerta se decía que repelía a los espíritus malignos o, más tarde, que traía buena suerte.
  • Se pensaba que rodear un cementerio con una valla de hierro contenía las almas de los muertos.
  • Enterrar un cuchillo de hierro debajo de la entrada de la casa de uno se suponía que evitaba que las brujas entraran.

«Hierro frío» es un nombre sustitutivo utilizado para varios animales e incidencias consideradas de mala suerte por los pescadores irlandeses. Un fenómeno similar se ha encontrado con los pescadores escoceses.

HerradurasEditar

Una herradura en una puerta se considera un talismán protector en algunas culturas.

Las herraduras se consideran un amuleto de buena suerte en muchas culturas, incluidas las de Inglaterra, Dinamarca, Lituania y Estonia, y su forma, fabricación, colocación y manera de obtenerlas son importantes. Una tradición común es que si se cuelga una herradura en una puerta con los dos extremos apuntando hacia arriba (como se muestra aquí), habrá buena suerte. En cambio, si los dos extremos apuntan hacia abajo, dará mala suerte. Sin embargo, las tradiciones difieren en este punto. En algunas culturas, la herradura se cuelga con la punta hacia abajo (para que la suerte se derrame sobre ti); en otras, se cuelga con la punta hacia arriba (para que la suerte no se caiga); y en otras no importa siempre que la herradura haya sido usada (no nueva), haya sido encontrada (no comprada) y se pueda tocar. En todas las tradiciones, la suerte está contenida en la herradura y puede salir por los extremos.

En algunas tradiciones, la buena o mala suerte que se consiga sólo le ocurrirá al dueño de la herradura, no a la persona que la cuelgue. Por lo tanto, si la herradura fue robada, prestada o incluso simplemente encontrada, entonces el propietario, y no la persona que encontró o robó la herradura, obtendrá cualquier suerte buena o mala. Otras tradiciones requieren que la herradura sea encontrada para que sea efectiva.

Ilustración de George Cruikshank para La verdadera leyenda de San Dunstan y el Diablo

Un supuesto origen de la tradición de las herraduras de la suerte es la historia de San Dunstan y el Diablo. Dunstan, que llegaría a ser arzobispo de Canterbury en el año 959, era herrero de profesión. La historia cuenta que una vez clavó una herradura en la pezuña del Diablo cuando le pidieron que volviera a herrar el caballo de éste. Esto causó un gran dolor al Diablo, y Dunstan sólo accedió a quitar la herradura y liberar al Diablo después de que éste prometiera no entrar nunca en un lugar donde se colgara una herradura sobre la puerta.

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