La enfermedad de Alzheimer es un trastorno neurodegenerativo crónico y progresivo. Es la causa más común de demencia en la población anciana de los países desarrollados: actualmente se estima que está afectada alrededor del 5% de la población mayor de 65 años y cerca del 20% de los mayores de 85 años, aunque en algunos casos también puede tener un inicio temprano alrededor de los 50 años.
¿Qué es el Alzheimer?
Esta enfermedad -que lleva el nombre del neurólogo alemán Alois Alzheimer, quien describió por primera vez sus características a principios del siglo XX- se caracteriza por un proceso degenerativo progresivo que destruye las células cerebrales, provocando un deterioro irreversible de las funciones cognitivas (memoria, razonamiento y lenguaje), hasta el punto de comprometer la independencia y la capacidad de realizar las actividades cotidianas normales.
¿Qué causa el Alzheimer?
El 1% de los casos de Alzheimer se debe a la presencia de un gen alterado que hace que se transmita de una generación a otra de una familia. El 99% de los casos restantes se producen de forma «esporádica», es decir, en personas que no están claramente familiarizadas con la enfermedad. La causa del Alzheimer parece estar relacionada con una alteración del metabolismo de una proteína, la proteína precursora del beta amiloide (conocida como APP) que, por razones aún desconocidas, en algún momento de la vida de algunas personas comienza a metabolizarse de forma alterada dando lugar a la formación de una sustancia neurotóxica -el beta amiloide- que se acumula lentamente en el cerebro y provoca la muerte neuronal progresiva.
¿Cuáles son los síntomas del Alzheimer?
Los síntomas del Alzheimer pueden variar mucho de una persona a otra. El primer síntoma al que hay que prestar atención suele ser la pérdida de memoria (al principio leve e indetectable, luego gradualmente más marcada y grave). La pérdida de memoria, que se hace más importante a medida que pasa el tiempo, suele ir asociada a otros trastornos como la dificultad para realizar las actividades normales de la vida diaria con la consiguiente pérdida de independencia, la alteración del habla y la desorientación espacial y temporal. No es infrecuente que los enfermos de Alzheimer experimenten cambios de personalidad, como que se interesen menos por sus aficiones o su trabajo
Prevención
Desgraciadamente, hoy en día no existe una prevención de la enfermedad de Alzheimer. Varios estudios sugieren que el riesgo de padecer la enfermedad puede reducirse si se disminuye el riesgo de padecer enfermedades cardíacas (hipertensión arterial, colesterol alto), el sobrepeso y la diabetes (todos los cuales tienen un efecto negativo en el bienestar vascular). Una dieta equilibrada, combinada con actividad física y una estimulación cognitiva adecuada se consideran estrategias que favorecen el bienestar cerebral y cognitivo.
Diagnóstico
El diagnóstico del Alzheimer requiere pruebas cerebrales específicas que permitan detectar la acumulación de la proteína neurotóxica beta amiloide. Estos incluyen:
- imagen por resonancia magnética de alta definición;
- tomografía por emisión de positrones (PET) con fluorodeoxiglucosa;
- una punción lumbar para medir la presencia de beta amiloide y proteína tau (otra proteína implicada en la enfermedad) en el líquido cefalorraquídeo.
Tratamientos
Los fármacos actualmente disponibles -inhibidores de la acetilcolinesterasa- pueden mejorar los síntomas de la enfermedad y frenar temporalmente su progresión. Otros fármacos también pueden controlar los síntomas más incapacitantes y perturbadores de la enfermedad, como la depresión, las alteraciones del sueño y los trastornos del comportamiento (delirios, alucinaciones, agitación).
Estos fármacos también se utilizan para tratar los síntomas más graves de la enfermedad.