Hasta que no diagnosticaron a mi hijo como autista, todo cobró por fin sentido: mi estilo de vida y mi trayectoria profesional poco convencionales, mis intereses secuenciales poco habituales por su variedad e intensidad, mis preferencias sensoriales y mi absoluta necesidad de soledad. Comprender por fin que mi experiencia del mundo es diferente a la de las personas no autistas me permite entender mis necesidades y asegurarme de que se satisfacen, y en este momento me encanta ser autista y ya no lucho con problemas de salud mental.
Ser diagnosticado o autoidentificarse como autista puede ser difícil para un médico. Puede sentirse muy aislado, porque el autismo sigue siendo ampliamente incomprendido y, por desgracia, sigue siendo una condición estigmatizada. Mi búsqueda de contactos con otros médicos autistas me llevó a crear un grupo de apoyo en línea, Autistic Doctors International, que está creciendo rápidamente. Somos muchos los que trabajamos en medicina, y la mayoría seguimos sin ser reconocidos ni apoyados.
La medicina selecciona los rasgos autistas. Los individuos autistas de alto rendimiento son perfeccionistas intensamente enfocados con gran atención al detalle y a menudo tienen fortalezas particulares en el reconocimiento de patrones, todas las habilidades que son claramente ventajosas en la medicina. Los autistas suelen ser pensadores creativos y solucionadores de problemas y, en contra de lo que se suele suponer, se ha demostrado que muestran un alto grado de empatía. El mayor reconocimiento significa que cada vez más estudiantes entran en la facultad de medicina con un diagnóstico de autismo. Para otros, sólo cuando las exigencias de la formación de postgrado o de la práctica independiente, tal vez unidas a acontecimientos vitales adversos, superan las estrategias de afrontamiento existentes, el diagnóstico, el apoyo y los ajustes se hacen esenciales.