Decir que era una mamá enfadada es quedarse corto.
Nos íbamos. Estuvimos en el parque sólo 20 minutos, pero nos íbamos. Porque su comportamiento estaba fuera de control y no íbamos a seguir por ese camino.
Con mi hija en un brazo y mi hijo en el otro, marchamos directamente hacia el coche. Colocar a mi hijo en el asiento del coche se confundía fácilmente con un combate de lucha libre del campeonato mundial. Arqueó la espalda con una fuerza que nunca había visto. Finalmente aseguré la hebilla y, en ese momento, me gritó con tanta rabia de padre que no estaba segura de cuál debía ser mi siguiente movimiento.
Porque en ese momento…
Estaba hirviendo.
Es el momento en el que tienes que domar a la mamá completamente lunática que está corriendo para salir de ti. El momento en el que deseas desesperadamente la poción mágica para saber cómo ser una mamá feliz.
Sus brazos y piernas seguían agitándose mientras yo me dirigía al otro lado del coche y colocaba a mi hija (que también gritaba) en su asiento. Me subí al asiento del conductor del coche y cerré la puerta de golpe.
Y entonces…
Grité.
Mis hijos gritaban. Yo estaba gritando. Y juntos tuvimos un gigantesco festival de gritos que probablemente pertenecía a un episodio del Dr. Phil Show llamado Parenting Freakshows.
Los días de mamá enfadada de los que nadie habla.
No hablamos de ello porque no queremos que nadie nos vea durante nuestro peor momento como padres. Esperamos que nadie más vea o se dé cuenta o escuche desde dos coches más abajo como una familia entera se sienta a gritar dentro de un vehículo. Porque en el fondo sabes que esto no es lo que eres como padre. En estos momentos oscuros de crianza, ni siquiera estás segura de quién eres y de dónde vienes.
Es crudo.
Es real.
Y ocurre mucho más de lo que deseamos. En un mundo perfecto, mi corazón se llenaría de infinita paciencia y gratitud para saborear cada momento. En un mundo perfecto, no me enfadaría con mis hijos. En un mundo perfecto, sería la madre divertida que siempre sabe lo que hay que hacer.
En cambio, me enfado y me siento frustrada y cansada. No hay un solo día en el que no me frustre con mis hijos.
Simplemente no lo hay.
¿Pero, mamá? Si estás luchando con la ira de los padres, no estás sola. Sentirse enfadada, frustrada e irritada no te convierte en una mala madre.
Estás en las trincheras de la crianza, tratando de cavar tu camino. Pero hombre, estos niños. Estos niños te están llevando al viaje de crianza más salvaje y desafiante de tu vida. Nunca lo viste venir y estás agotada hasta los huesos.
Cómo dejar de sentirte enfadada como madre.
Cuando estás luchando con la ira y la frustración, tienes que recoger los pedazos y empezar a avanzar. Puede que no sepas por dónde empezar, y durante mucho tiempo, yo tampoco lo hice. Quería seguir ocultando al mundo estos momentos de mamá enfadada y esperar que nadie se preguntara por qué había una madre gritando al volante de su coche.
Pero, ¿sabes qué?
Es posible disfrutar de más momentos felices con tus hijos y experimentar menos enfados en la maternidad. No es fácil ni perfecto, y requiere trabajo, pero es posible.
Empieza con dos cosas.
Conoce tus desencadenantes.
Saber de antemano lo que te provoca es la ofensa perfecta para evitar la ira por completo. Mis desencadenantes son la falta de sueño y no tener a mi marido en casa. Él se va de vez en cuando a trabajar, y a menudo pierdo la paciencia cuando no está cerca.
Así que tengo que dejar pasar otras cosas en casa para asegurarme de descansar lo suficiente por la noche. Y si mi marido se va a trabajar, tengo que organizar una niñera de vez en cuando para poder recuperar el aliento.
Otros ejemplos de factores desencadenantes pueden ser…
- No nutrir tu cuerpo con una dieta saludable.
- Demasiada tecnología (¡yo soy culpable!).
- No tomarte tiempo para ti misma (¡incluso si es sólo una hora a la semana!).
- Permanecer demasiado tiempo dentro de casa.
- Trabajar demasiadas horas.
- Llevar a tus hijos a lugares donde sabes que se van a portar mal.
- No pasar suficiente tiempo con otros adultos (y sólo pasar tiempo con tus hijos).
Para cada padre, el desencadenante es diferente. Puede ser cualquier cosa. Pero tenemos que saber qué es lo que nos va a desencadenar para evitar que ocurra. Profundizar en los desencadenantes es algo que mi amiga Amanda hace un trabajo increíble explicando. Ella me enseñó a reconocer todos mis desencadenantes y a evitarlos de forma realista.
Conoce tus estrategias para calmarte.
Porque no importa lo bien que manejes tus desencadenantes, siempre va a haber un momento en el que nos enfademos de nuevo. Somos humanos. Vamos a gritar y enfadarnos. No pasa nada. Porque cuando nos enfadamos, nos armamos de estrategias para calmarnos.
Para mí, la música y los aceites esenciales son mis ayudas para calmarme cuando me siento enfadada y frustrada con mis hijos. Subo el volumen de la música en el coche o pongo Pandora en casa. Me pongo mi aceite esencial antiestrés en las muñecas y sobre el corazón y me voy a mi lugar feliz.
Una vez que me he calmado lo suficiente, hablo con mi hijo y elaboro las consecuencias necesarias. Disciplinar a mi hijo cuando estoy tranquilo funciona diez veces mejor que cuando estoy enfadado. Cuando estoy enfadada nos enzarzamos en una gran pelea, los sentimientos de todos quedan heridos y hemos conseguido muy poco en cuanto a mejorar el comportamiento.
¿Te preguntas por qué grité en el coche?
Mi hijo se negó a ir al baño en el parque al aire libre aunque se estaba mojando los pantalones. Quería seguir jugando. Y no quería que lo detuviera y lo hiciera ir al baño. ¿No es la cosa más tonta por la que se puede pelear?
Básicamente, estábamos peleando por un descanso para ir al baño.
#momfail
Esa es la parte del enfado en la maternidad de la que no siempre hablamos. La parte en la que nos sentimos tan enfadadas y frustradas con nuestros hijos que perdemos la cabeza por una tontería.
Sin embargo, seamos realistas.
La ira en la maternidad no se trata de un momento frustrante que ocurre durante el día. La ira en la maternidad es una culminación de frustraciones diarias que se acumulan y acumulan hasta que nos rompemos.
Recursos para un hogar más tranquilo:
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