Es justo decir que la radioastronomía realmente reveló un Universo invisible, y luego proporcionó frustrantemente pruebas de un Universo aún más oculto que incluso ellos no pueden ver.
En la década de 1930, un astrónomo suizo llamado Fritz Zwicky llegó a una conclusión sorprendente: las galaxias que se acercan unas a otras en cúmulos no deberían mantenerse juntas a esas increíbles velocidades. Sencillamente, su velocidad de enjambre debería desgarrar las galaxias, pero no es así. Sugirió que las galaxias debían ser más robustas de lo que podíamos detectar, y bautizó el pesado pegamento invisible como «materia oscura».
Durante décadas, la «materia oscura» fue una nota a pie de página, y pocos siguieron el curso de Zwicky hasta que un notable descubrimiento en la década de 1950 le dio la razón. Los astrónomos Vera Rubin y Ken Ford utilizaron un sofisticado espectrómetro para cronometrar los sutiles cambios en los espectros de las estrellas de las galaxias espirales cercanas y lejanas. Midieron las estrellas hacia el exterior de los núcleos de estas galaxias, para hacerse una idea de la velocidad a la que deben girar las galaxias como nuestra Vía Láctea y de cómo ese giro disminuye cuanto más se aleja del núcleo que cronometraron.
Contrariamente a la física de hace siglos, las estrellas exteriores no orbitaban más lentamente que las interiores. Rubin recurrió a la teoría de la materia oscura de Zwicky y encontró una solución: para equilibrar sus velocidades a esas distancias de sus enormes núcleos centrales, las galaxias debían estar hechas de más materia que la que podemos detectar.
Usando el radiotelescopio de 300 pies de Green Bank, Mort Roberts encontró enormes halos de gas hidrógeno invisible que se extendían mucho más allá de los discos visibles de estas galaxias. Al registrar ese gas, él y otros extendieron la curva de rotación plana varias veces el diámetro de la galaxia visible. Claramente, demostró que las galaxias están formadas por mucha más materia de la que pueden detectar incluso los radiotelescopios más grandes.
Los radiotelescopios de gran plato, como nuestro GBT, siguen ayudándonos a inferir dónde está la materia oscura basándose en cómo afecta a la materia visible que la rodea. Y la detallada visión de radio del VLA ha captado los efectos de lente causados por las concentraciones de materia que deforman el paso de la luz desde detrás de ellas.
Décadas después, los físicos coinciden en que el 25% del Universo está hecho de materia oscura. Menos del 5% es materia visible, detectable, como estrellas, planetas, tú. El grueso del Universo es energía oscura.