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Estrategias de este tipo de «mendigar al vecino» no se limitan a los países: el sobrepastoreo proporciona otro ejemplo, en el que la persecución por parte de individuos o grupos de sus propios intereses conduce a problemas. Esta dinámica fue bautizada como la «tragedia de los comunes» en un ensayo de 1833 del economista británico William Forster Lloyd, aunque aparece ya en las obras de Platón y Aristóteles.
Estas políticas comerciales pueden conducir a guerras comerciales entre países. Estas guerras comerciales siguen el análisis de la teoría del juego del dilema del prisionero desarrollado a través del equilibrio de Nash en el que dos países se enfrentan para producir en el mercado. La producción requiere subvenciones a la exportación para que la empresa nacional capte el mercado, lo que disuade a la entidad competidora. Imaginemos dos empresas: Boeing y Airbus, una estadounidense y otra europea. Pueden elegir entre producir o no producir. De la matriz se desprende que si ambas producen ambas perderán cuota de mercado (-5,-5) al competir en el sector. Si ambas no producen (0,0) nadie se beneficia. Si uno produce y el otro no (100,0), la empresa productora se hará con el sector y tendrá el 100% de la cuota (0,100). La teoría de los juegos establece que el primero en actuar, o la empresa inicial en la industria, siempre ganará. La empresa competidora no tendrá ningún incentivo para entrar en el mercado una vez que el competidor tenga la ventaja y, por tanto, se verá disuadida. Sin embargo, con una política comercial estratégica de subvención a la exportación, la matriz cambia ya que el gobierno protector cubre parte de los costes. La matriz pasa de (-5,-5) a (-5,20) a favor de la empresa nacional subvencionada. De este modo, la empresa protegida «ganará» en el juego y captará una mayor cuota de mercado, ya que las subvenciones suponen una carga para los costes, que de otro modo disuadirían a la empresa. El juego no termina aquí, ya que la otra empresa, al ser usurpada en la segunda jugada, pasará a estar protegida por las subvenciones a la exportación, lo que provocará una guerra comercial entre países. Ergo, el empobrecimiento del vecino es evidente en las guerras comerciales, ya que aumenta el bienestar nacional a expensas del país competidor.