Las posibilidades de supervivencia se duplican si se presta ayuda en los primeros cuatro minutos
Durante la parada cardíaca, no hay flujo sanguíneo. Las compresiones torácicas crean una pequeña cantidad de flujo sanguíneo hacia los órganos vitales, como el cerebro y el corazón; cuanto más eficaces sean las compresiones torácicas, más flujo sanguíneo se producirá. Las compresiones torácicas demasiado superficiales o demasiado lentas, o las que se interrumpen con frecuencia, no aportan tanto flujo sanguíneo al cerebro y al corazón como las compresiones torácicas eficaces. Cada vez que se reinician las compresiones torácicas tras una interrupción, las primeras compresiones no son tan eficaces como las posteriores. Las interrupciones frecuentes o prolongadas de las compresiones torácicas disminuyen el flujo sanguíneo y las posibilidades de supervivencia de la víctima.
La reanimación cardiopulmonar puede no salvar a la víctima aunque se realice correctamente, pero si se inicia en los 4 minutos siguientes a la parada cardíaca y se realiza la desfibrilación en los 10 minutos siguientes, la persona tiene un 40% de posibilidades de sobrevivir.
La reanimación cardiopulmonar proporciona un goteo de sangre oxigenada al cerebro y al corazón y mantiene estos órganos vivos. En otras palabras, la reanimación cardiopulmonar (RCP) sirve como un latido artificial y un respirador artificial hasta que la desfibrilación pueda devolver el corazón a un ritmo normal o llegue el equipo de emergencia.
Recuerde los CAB de la RCP: Circulación, Vía Aérea y Respiración