Cynthia y Celinde aparecen abrochadas en un solo asiento en una cabina que, por lo demás, está vacía, en los últimos fotogramas del nuevo vídeo de Andrea Crespo A day in the lives of (2016), rodeadas de un cielo azul claro salpicado de nubes.
¿Qué se sabía de Cynthia y Celinde hasta este viaje? Ciertamente, nunca se las había visto en un escenario tan vibrante. El anterior vídeo de Crespo, sis : parabiosis (2015), visualiza su material de origen: contornos sombríos de chicas con aspecto de manga, unidas o en poses de espejo; gráficos médicos (por ejemplo, «Tabla 16.2: Cuatro tipos principales de fenómenos autoscópicos»); largas listas de términos que comprenden su condición: «nacido múltiple», «autopluralismo», «neurodiversidad», «otherkin», entre otros. Estos materiales pasan por delante de nosotros, barridos por la luz de un escáner o de una barra de luz EMDR (una herramienta de tratamiento utilizada a veces en psicoterapia), comprimidos, codificados, mapeados y remapeados por la obsesión de un autor-o anfitrión invisible. En virocrypsis (2015), han tomado forma («Tomamos este cuerpo y lo hicimos nuestro») y aparecen en medio de planos elegantes y acuosos de negro y gris, un entorno frío y amorfo que palpita con el brillo de un laboratorio y el resplandor de una pantalla, pero que de alguna manera se calienta por la ternura y la vulnerabilidad palpable de los gemelos.
«Hola. Hola de nuevo». Un día en la vida de se abre con Cynthia y Celinde saludando al espectador, mientras contemplan un río bañándose en un horizonte ceniciento. «Tenemos mucho que enseñaros, mucho que contaros». Seguimos a Cynthia y Celinde mientras conducen un coche («Me encanta conducir», entonan); suben una «carga útil muy especial», que parece el contenido de un foro de chat, a la bodega de un avión; recorren un laboratorio en el que «invitan a sus sujetos a jugar»; y se encuentran, finalmente, en la cabina de mando. El día retumba con sonidos a un volumen un poco más alto de lo esperado: el zumbido de los motores de los aviones, los coches que pasan por la autopista, la lluvia que cae. Son sonidos «estimulantes», que coinciden con la sensación corporal de perseverancia, y que emocionan y calman a los gemelos.
En la cabina, mientras miran hacia delante, con una mano en el salpicadero, su diálogo -que en otros lugares se denomina «soliloquio en plural»- guiña el ojo al espectador:
«Tenemos avión.
Recibe eso, hermanita.
Supongo que también podría llamarse metáfora.
Pero, ¿no te hace preguntarte,
quién, o qué, somos?
Puede que seamos cambiantes, pero no somos dobles.»
Esta distinción -cambiantes, no dobles- es clave para las gemelas. Cynthia y Celinde no son representadas como «dobles» de un trastorno específico, de una disfunción o de una realidad deseada pero inalcanzable («Cuidado con la metaforización»). Más bien, son imprevisibles y están vivas: un sustituto expansivo y quimérico de un cuerpo y un estado mental delimitados por las restricciones de la normatividad. Un día en la vida de les libera, dispuestos a enseñar estando en el mundo.
«Andrea Crespo: Un día en la vida de» es un encargo de Rizoma y se presenta conjuntamente con el New Museum como parte de First Look: New Art Online.
* Kari Rittenbach, «Andrea Crespo», revista CURA., primavera de 2016.