ODIO MI ESTANTERÍA DE LA SECCIÓN C

Odio mi estantería de la sección C. Extrañamente, admitir eso no es fácil en estos días, con todas las mujeres increíbles por ahí compartiendo sus imágenes de cicatrices de cesárea y hablando de lo orgullosas que están por tenerlas, yo por mi parte me siento muy culpable por odiar la mía.

Esa zona que escondo, de la que me avergüenzo por tenerla, de la que me avergüenzo casi como si tuviera alguna opción en el asunto, como si de alguna manera dependiera de mí cómo se vería después de tener dos cesáreas en el espacio de dos años.

Sólo para aclarar, no me refiero a la cicatriz en sí.

La verdad es que ni siquiera puedo ver la cicatriz debido a la estantería que cuelga justo encima de ella. Y si somos totalmente sinceros, la verdad es que tampoco he visto mi vagina en un buen puñado de años (a no ser que me mire directamente al espejo y levante un poco la repisa, cosa que francamente nunca hago).

Y si no tienes ni idea de lo que estoy hablando permíteme que te lo explique: la «repisa» es básicamente un montón de carne, piel y grasa que cuelga por encima de la cicatriz como una pequeña (o en mi caso, gran) manta caída. Como el corte de la cesárea suele dañar los nervios y los músculos de la zona, no es raro que quede una especie de sección de piel muerta que sólo se siente adormecida, y en mi caso, un lado es maravillosamente más grande que el otro.

En resumen, es un desastre.

La única forma de arreglarlo es con cirugía plástica (lo sé porque lo he investigado). Claro que perder peso y hacer ejercicio con regularidad puede ayudar, pero la única manera de deshacerse realmente de ella es someterse a un procedimiento masivo como una abdominoplastia.

Para mí esto no es una opción.

En mi día a día he aprendido a vestir de una manera que oculta el bulto que tengo escondido en mis pantalones de abuela. Me pongo un buen par de Spanx si llevo algo ajustado e incluso encontré un buen par de bikinis de corte alto con soporte que me permitieron pasar el verano.

Pero mentiría si dijera que no afecta a mi vida porque lo hace.

Uno de los mayores retos ha sido la intimidad. No soy una gran fan de «las luces encendidas» es la mejor manera de decirlo y aunque sé que es ridículo (me lo dice todo el tiempo), simplemente no puedo soportar que ni siquiera mire esa parte de mi cuerpo.

En muchos días siento que este es uno de mis mayores secretos. Y es raro que aunque sé que millones de mujeres en todo el mundo tienen el mismo problema, me sigo sintiendo sola y como si fuera la única que se siente así porque nadie habla de ello.

Y aunque estoy orgullosa de por qué tengo la cicatriz en sí porque es parte de las historias de nacimiento de mis hijos (que por cierto fueron en ambos casos historias de nacimiento de mierda aparte de los bebés al final), no puedo evitar odiar todo lo demás a su alrededor y sentirme culpable por odiarla (que francamente es el secreto aún más grande).

Supongo que la razón por la que quería compartir esto con ustedes y lo que estoy tratando de decir es que estoy harta de sentirme culpable por cómo me siento. Sinceramente, desearía sentirme de otra manera, desearía poder correr de forma salvaje en tanga y con mi estante colgando al viento y que no me importara una p*** mierda.

Pero todavía no estoy ahí (además, odio los tangas) y antes de que pueda siquiera empezar a buscar una forma de que quizás me vuelva a gustar esa zona (porque realmente quiero que me vuelva a gustar), tiene que estar bien que no me guste y decirlo, y entonces quizás, sólo quizás, pueda cambiar algún día.

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