Aneurisma apical asintomático del ventrículo izquierdo con trombo intracavitario: un diagnóstico pasado por alto por la ecocardiografía | SG Web

Estimado editor,

Informamos del caso de un varón de 63 años, con antecedentes de infarto agudo de miocardio (IAM) y angioplastia 10 años antes, que estaba asintomático en el momento de la presentación. Declaró que no se había sometido a un seguimiento clínico rutinario, por lo que fue sometido a una ecocardiografía para su evaluación funcional. Se detectó dilatación moderada y disfunción del ventrículo izquierdo (VI), aunque con limitación en la evaluación del ápex, sin información sobre la presencia de un aneurisma o trombo. Se realizó una angiografía coronaria por tomografía computarizada (ATCC) para identificar la reestenosis en el stent, y las imágenes mostraron una aparente suboclusión distal al stent en la arteria anterodescendente (figura 1A) y un gran aneurisma con adelgazamiento parietal en los segmentos medial anterior/anteroseptal, septal/anteriorapical y ápice del VI. No fue posible detectar un globo sistólico significativo, porque había un gran trombo que recubría la porción intracavitaria y que se confundía con el grosor normal de la pared del VI. El trombo tenía un aspecto organizado, aunque sin signos de calcificación, y era marcadamente hipodenso, con un aspecto fijo y sin realce de contraste, lo que probablemente había dificultado su identificación en la evaluación inicial (ecocardiográfica) (Figuras1B y1C1C).

A: ATCC con una curva de reconstrucción que muestra una probable suboclusión aguas abajo del stent (flecha). B,C: Tomografía cardíaca computarizada del corazón en el plano axial longitudinal, en una vista pseudo-dos cámaras, mostrando la región del aneurisma del VI con un marcado adelgazamiento de la pared anterior medioapical (2 mm de espesor – naranja) y un grosor normal en el segmento basal anterior. Obsérvese el gran trombo que simula un grosor normal de la pared del VI (verde).

El aneurisma ventricular es una complicación grave del infarto de miocardio transmural (que se produce en el 5-38% de los casos), siendo la complicación mecánica más frecuente, que suele conllevar limitaciones físicas y tener un impacto negativo en la calidad de vida(1-4). Se define como el adelgazamiento y dilatación de la pared ventricular del miocardio, con márgenes definidos, que conduce a la acinesia o discinesia de uno o varios segmentos del miocardio durante la contracción ventricular(1,2-5). Suele afectar a la región anteroapical del VI, ya que la irrigación sanguínea de la pared anterior depende en gran medida de la arteria anteriordescente(2,3). El aneurisma ventricular se desarrolla entre dos y diez días después del IAM, haciéndose patente en el primer año tras el infarto, con una incidencia del 30-35% en pacientes que han sufrido un IAM(4-6). Como hallazgo secundario, el trombo intracavitario afecta aproximadamente al 40-60% de los pacientes(4) y resulta del proceso inflamatorio en la región endocárdica afectada por el IAM, asociándose a la hipocinesia e hipercoagulabilidad existentes en el infarto, aumentando el riesgo de un evento tromboembólico a partir del tercer mes en los pacientes con aneurisma ventricular. Existe una amplia gama de síntomas en los aneurismas del VI, que van desde la ausencia de síntomas hasta la disnea, la insuficiencia cardíaca o la angina de pecho, así como manifestaciones graves como el edema agudo de pulmón, la tromboembolia y la rotura ventricular(5-7). En el tratamiento de los casos refractarios graves, están indicados los procedimientos quirúrgicos, como la plicatura, la escisión/sutura, la imbricación y la interposición de parches(8). En el caso presentado aquí, a pesar de la extensa área de discinesia ventricular izquierda con formación de aneurisma y trombo intracavitario adherido, el paciente permaneció asintomático, una presentación infrecuente en aneurismas de gran tamaño, que fue diagnosticado sólo a través de la ATCC, un método no invasivo que no sólo permite hacer el diagnóstico, sino que también proporciona mediciones precisas y puede ser utilizado en el seguimiento postoperatorio(1,4-6,9-11). Las pruebas de cribado rutinarias, como la ecocardiografía, a menudo no consiguen evaluar el ápice del VI, incluso con una buena ventana de acceso(1,2,7). Además de permitir el diagnóstico, los hallazgos de la ATCC favorecieron la adherencia del paciente al tratamiento.

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