Pero algunas tarántulas no sólo se esconden de los depredadores. Algunas advierten a sus perseguidores con trucos defensivos, como frotar sus piezas bucales para crear un sonido sibilante. Otras utilizan sus patas traseras para expulsar sus propios pelos formando una nube de metralla que se aloja en la piel del depredador, desencadenando una respuesta inmunitaria.
Eso llevó al equipo a preguntarse si el azulado podría ser una forma de advertencia a los depredadores -no te metas conmigo- similar a estos comportamientos. De ser así, plantearon la hipótesis de que las especies de tarántulas azules también tenderían a emplear esas contramedidas defensivas. Pero el equipo vio que el color azul no parecía estar relacionado con el hecho de que una tarántula fuera capaz de defenderse.
En cambio, parecía un rasgo mucho más antiguo, una cualidad ancestral conservada por muchos linajes de tarántulas. Eso sugiere, dicen, que el color podría estar destinado a otras tarántulas, no sólo a los depredadores.
Tirando más de ese hilo, el equipo buscó entonces en las bases de datos de las proteínas utilizadas por varias tarántulas. Encontraron varias opsinas, proteínas que forman estructuras sensoras del color cuando se utilizan en los ojos de las arañas, pero que también pueden darse en otros tejidos del cuerpo. La existencia de estas opsinas no prueba por sí sola que las tarántulas puedan ver sus propios colores intensos. Pero ciertamente apunta a los investigadores hacia experimentos más concluyentes que podrían hacerlo.
«Realmente necesitamos que la gente traiga estas criaturas al laboratorio», dijo el Dr. Saranathan.
Demostrar la visión del color de las tarántulas llevará tiempo, advierte el Dr. Morehouse, pero la perspectiva es emocionante. «Si bien podemos maravillarnos con lo hermosas que pueden ser, también es sorprendente lo poco que sabemos sobre cómo se ve esa belleza para ellas», dijo.