Los protocolos alternativos contra el cáncer utilizan la terapia enzimática de alta dosis para descomponer los tumores, barrer el sistema circulatorio de desechos y estimular la función inmunológica. Las enzimas sistémicas, utilizadas en estos protocolos, rompen la capa protectora de los virus, liberándolos para que puedan ser identificados y atacados por el sistema inmunitario. Los virus y otros microorganismos patógenos aumentan en gran medida la carga tóxica, sobrecargando el sistema inmunitario. Eliminar estas infecciones es primordial para una función inmunitaria óptima.
Este mismo proceso se aplica a las células cancerosas. Cuando la fibrina se descompone, el sistema inmunitario es capaz de atacar a los invasores patógenos con mayor eficacia. Las enzimas también aumentan la función inmunitaria al estimular las moléculas inmunitarias, como las citocinas, los macrófagos y las células asesinas naturales. Cuando el sistema inmunitario funciona a pleno rendimiento, puede dedicarse a prevenir el crecimiento y la propagación del cáncer.
Las enzimas sistémicas aumentan la eficacia de las terapias convencionales contra el cáncer, como la quimioterapia y la radiación. La quimioterapia es más capaz de atacar a las células cancerosas cuando la fibrina se descompone, y se pueden utilizar dosis más bajas. Debido a sus efectos antiinflamatorios y analgésicos, las enzimas son útiles para mitigar los efectos secundarios negativos de la quimioterapia, como los vómitos, el dolor, la pérdida de masa muscular y el agotamiento. Las enzimas también ayudan a descomponer el tejido cicatricial, un efecto secundario de la radiación. Además, los pacientes se recuperan más rápidamente de la cirugía cuando toman enzimas.